martes, 17 de diciembre de 2013

El corazón y sus infiernos. Fragmento 6. Por Anayeli Castañeda.

Melany:
Al llegar a mi casa aventé mi bolsa en el sillón y me dirigí a lavar mis sábanas. Dejé funcionando mi lavadora mientras me iba a sentar en mi cama. ¿Y si le hablaba a Aurora, mi mejor amiga, para desahogarme un poco? Saqué el celular de la bolsa y horrorizada vi 30 llamadas pérdidas... ¿Qué diablos? Con la mano temblorosa abrí la lista de llamadas: todas de Héctor.
Tragué saliva nerviosa. El pitido de la lavadora al terminar de trabajar me espanto a tal punto de pararme inmediatamente. Me quedé quieta mientras mi respiración se regulaba.
¿Por qué insistía tanto Héctor? ¿No le había yo dejado muy claro todo? Seguramente no, seguramente quería seguir jugando conmigo. Pero yo no lo iba a permitir, nunca más.
Saqué las sábanas y las fui a colgar al pequeño traspatio de mi casa. Miré la hora: 8:40. ¿Y si mejor regresaba a la universidad para no perder tantas clases y ponerme al corriente?
Encendí mi mini-laptop para ver y aprenderme mi horario.
Suspiré triste e inconscientemente acaricié mis heridas. Si Aurora las viera me mataría ya que ella siempre había estado conmigo, como una hermana, para evitar que yo hiciera locuras como aquellas, por ella había dejado de lastimarme, me había quitado esa maldita adicción pero con su partida todo se complicaba. Ella había ido a estudiar al extranjero por seis meses dejándome a mi viviendo sola en el departamento que ambas habíamos rentado hacía 2 años.
Pero bueno, ella no se tenía que enterar antes de tiempo de mis heridas, ¿o sí? yo no le diría nada y ya. Así la dejaría respirar otros aires sin estar preocupada por su amiga problemática. Se merecía un descanso de mí.
Memoricé rápidamente el horario y me preparé de nuevo para salir de mi casa rumbo a mi escuela.
 
Elena:
 La chica salió y yo lancé un largo suspiro mientras planeaba que hacer. No podía ir detrás de ella ya que no la conocía, pero...¿y si esa chica estaba a punto de suicidarse? Alguien que cortaba y lastimaba su cuerpo estaba a tan solo un paso de la muerte, ¿o no? Yo no podía saberlo con certeza ya que nunca había experimentado un dolor tan intenso que me obligará a desahogarme de ese modo. Y estaba tan segura que me aceptaba a mi misma que nadie podría lastimarme... ¡Buen chiste! ¿Aceptarme a mi misma? Me mordí el labio angustiada. No me gustaba mi cuerpo, no me aceptaba ni emocionalmente, pero entonces... ¿Cómo no había llegado alguien o algo capaz de causarme un dolor tan insoportable?
Aturdida salí del baño y me arme de valor para preguntarle a alguien en dónde se encontraba mi salón. La respuesta me la dio una chica que, por suerte, también iba en mi grupo: Daniela.
 
Annie Cas

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