sábado, 23 de noviembre de 2013

El corazón y sus infiernos. Fragmento 3. Por Anayeli Castañeda.

Elena:
El reloj marcó las 6:15 am y mi celular sonó mientras yo me arreglaba el cabello cautelosamente.
En el primer día todo tenía que salir perfecto. Ignoré el celular al encontrar mis dos manos en mi cabello tratando de hacerme una trenza de lado. Con trabajo terminé de enlazarla. Mi cabello era tan rizado que era casi imposible manejarlo pero ese día había decidido plancharlo para verme diferente y guapa.
Me puse un poco de brillo de labios y me sonreí en el espejo. Mis ojos eran color negro, igual que mi cabello, el cuál me llegaba un poco más abajo de los hombros. Era esbelta pero de baja estatura. Eso me había llevado a comprar unos tacones.
Definitivamente mi madre había visto todos mis cambios con gran preocupación... pero es que ni ella ni nadie entendía mi necesidad de conocer el amor, de una vez por todas.
Llevaba ya 18 años enteros sin enamorarme y sin tener un pretendiente y eso no podía seguir así.
Mi celular volvió a sonar insistente y me acerqué rápidamente a el. Contesté.
-¿Elen?
-¡Diana! ¿Qué diablos? ¡Nos veremos en media hora! ¿A qué se debe tu llamada? -pregunté extrañada.
-Elena, es complicado... sólo te digo que estoy en la carretera rumbo a la casa de mi tía. No asistiré a la escuela... pasó algo... no puedo hablar de más.
-¿Diana? ¡Me estas asustando! Por favor, dime que pasó.
Lo único que escuché al otro lado de la línea fue un gritó y la inminente caída del celular. El pitido fue estremecedor para mis sentimientos.
Mi corazón había aumentado su ritmo cardiaco y empecé a temblar sin poder evitarlo.
¿Qué diablos estaba pasando?
Respiré profundo y agarré mi bolsa. Salí despacio de casa sin despertar a mis padres. Mi nueva escuela se encontraba a tan solo 20 minutos caminando... una verdadera ventaja si quería pasarme más tiempo en la escuela pero mi mente no olvidaba la llamada de Diana.
Todas las vacaciones esperando que llegará ese día para que al final eso derrocara mi ánimo.

Melany:
Somnolienta miré el reloj de mi celular: 6:45. Sentía mi cuerpo cansado, y no tenía la más mínima idea de como había sido capaz de dormir después de tanta tristeza. Entonces, me acordé de que ese día empezaban las clases. Me levanté de inmediato y al mirar mis sábanas llenas de sangre me asusté, ¿tanta sangre había tenido que derramar para olvidar mi dolor emocional?
Las quité de la cama y las aventé dentro de la lavadora. Era una fortuna vivir sola.
Agarré un jeans que me había puesto el día anterior y una playera que se encontraba cerca de mí.
Cepillé mi cabello lacio lo más rápido que pude y me dirigí a la cocina a preparar algo de comer.
No me apetecía entrar a la universidad, hubiera preferido mil veces quedarme en la preparatoria. Mis años más gloriosos. En donde había encontrado un mejor amigo y un primer amor. Quería regresar el tiempo un año. Con un año me bastaba para volver a hacer las cosas bien y no tener que andar en los aprietos en los que ahora me encontraba. Sobre todo con Héctor.
Lo único que me consolaba es que él no estudiaría mi misma facultad: Ciencias Políticas y Sociales. Era muy difícil que me lo encontrará a menos que... puse los ojos en blanco frustrada, ¿y si me iba a buscar?
Triste miré los alimentos que había en mi refrigerador pero opté por agarrar una manzana roja para ahorrar tiempo, aunque hiciera lo que hiciera, era mi destino llegar tarde ese día, ¿cómo llegar a la universidad en tan solo 10 minutos? ¡Ni en taxi me hacía tan poquito tiempo!

 
Annie Cas

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